Buenos días...
Otra de las pequeñas costumbres de siempre, debida al ultraorden y a tener un padre devorador de libros: cuando allá por 1996 decidí empezar a leer en serio, decidí también anotar todos y cada uno de los libros con los que me deleitaba o me atragantaba... y en ello seguimos. Porque desde aquel entonces, no sólo me obligo a leer TODOS los libros que me compro (con el resultado de que algunos tardan años en ser leídos y añaden leña al fuego de la culpabilidad por comprarme más), sino que además no dejo de adquirirlos por una u otra vía... pero mis sentimientos hacia ellos, como todo, son ambibalantes, como dirían Les Luthiers: por una parte su lectura es de una utilidad prístina para mi escritura, pero por la otra es un agobio que a veces me lleva a tragar páginas casi sin saber lo que dicen. De todas formas, con los años procuro no obsesionarme y disfrutar de ello, que es lo que hace falta... con lo cual, hablaremos ya del último, que acabo de finalizar.
Me lo llevé en el último viaje a Asturies pensando en que sería un agradable compañero de viaje, y la verdad es que no me ha decepcionado en absoluto: "A pie por Nueva Guinea e Irian Jaya", escrito por el zoólogo Tim Flannery y perteneciente a la magnífica colección "Altaïr Viajes" publicada por la Editorial Península, es toda una delicia. Y eso que en este caso no entra en el ultraorden porque ni siquiera es mío (se lo regalé yo a Johanna por su cumpleaños), pero después de haber estado en Indonesia el pasado abril, y de que probablemente nada me apetezca más para leer que un libro de viajes (y sobre todo de una región tan especial como esa), me decidí por él...
Flannery cuenta, de forma muy divertida, las vicisitudes y los problemas a los que se enfrentó recorriendo lugares tan remotos y distantes, lugares que algún día tengo ganas de pisar (sobre todo Irian Jaya, porque Papúa me parece un tanto insegura), y que sin duda son fascinantes. Como siempre, me he reído con las anécdotas de las poblaciones locales, me he maravillado con las descripciones de los animales (el dingiso es una verdadera preciosidad), y me he horrorizado ante los cambios tan fuertes en tan poco tiempo y tanta pérdida de identidad cultural y de territorio único... y como siempre, confío en que poco a poco, libros como este y personas como estas nos lleven a una mutación de conciencia en la que respetemos un poco más a nuestro planeta y a los demás que viven en él. En fin, así son las cosas... pero al menos, el libro es mucho más divertido que tremendista, lo cual es de agradecer (que le pregunten a Colin Thubron si no le sentaría mal un poco más de humor en sus relatos...).
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