Uno más, que conseguí de segunda mano por el increíble precio de cuatro euros (nuevecito, por cierto) y que tenía muchísimas ganas de leer desde hace tiempo... y que, como siempre, me ha vuelto a abrir el apetito de visitar un lugar que tengo que ir a pisar en cuanto pueda: "El fin de la Tierra", del excelente Peter Matthiessen, narra sus periplos hasta el sexto continente para observar pájaros y otros animales, convirtiendo hábilmente la narración en un compendio de historia austral (hay muchas referencias que yo tenía bien frescas gracias a haberme leído hace poco el de "Barrow y sus hombres") apuntando datos tan escurridizos en sí mismos como las decenas de nombres que iban poniendo los exploradores según les parecía bien (bastante se acuerda hoy uno de esa gente, creo que ni siquiera en su país de origen). Quizás el viaje en sí mismo no parezca gran cosa y no pueda dar mucho de sí (un rompehielos lleno de ornitólogos fascinados por aves), pero él se las ingenia para que no lo sea... aunque después de todo, yo no se lo recomendaría a nadie que no estuviese fascinado con la Antártida. Yo lo estoy, así que lo he disfrutado muchísimo...
Pero es que Matthiessen es fácil de disfrutar: recuerdo cuánto me gustó "El leopardo de las nieves" que leí hace ya años, y recuerdo bien qué poco me han gustado los manejos de Theroux... quien seguramente aprovecharía una ocasión semejante para despotricar contra la humanidad entera, el cambio climático, la comida del barco, sus compañeros de viaje, los habitantes de las remotas islas, y la madre que le parió. En lugar de eso, Matthiessen expone claramente datos preocupantes de la ecología del lugar, analiza lo que se podría hacer y lo que no (es otra de las cosas que le pedimos a Obama, a ver si cumple...), cuenta cosas de la cruenta historia de los sitios que ve... y tal como debe ser, se concentra en la belleza de un lugar que seguro que es de lo más cautivador. No será el último libro suyo que me lea...
Y por lo que a mí respecta, estaría encantado de pisar el continente blanco, y por esa última ruta tasmana hasta los Emperadores. Tengo sueños difíciles, y uno de los más complicados es sin duda el de contemplar una de esas pingüineras de Emperador tal y como hicieron Matthiessen y su grupo... pero lo importante es no rendirse: a la Antártida, estoy bien seguro de que iré. Mientras tanto, nos seguiremos informando...
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