domingo, 30 de diciembre de 2012

Columnas "Última Hora" agosto

Cielo santo, no sólo tengo atrasado el blog, sino también la publicación de columnas, y no se lo merecen ni de lejos... En fin, despediremos el 2012 con las que salieron publicadas en agosto, y a ver si en el 2013 me pongo las pilas también en esto.

-“Go Topless”: viernes, 10 de agosto de 2012.

   Nunca creí que llegase a escribir sobre un hombre como Rael, esa especie de “líder espiritual” cuyas declaraciones suelen ser cuanto menos hilarantes... pero en este caso, la cuestión tiene miga. Porque por pura casualidad, me he enterado de su activísima iniciativa “Go Topless”, en la que reivindica el derecho de igualdad para hombres y mujeres a la hora de exhibir el torso desnudo. Es decir: si la imagen de un hombre con el torso desnudo no nos choca para nada (aunque de todo hay en la viña del Señor, por supuesto... y si no, que se lo pregunten a los prohibitivos barceloneses), ¿por qué debería hacerlo la de una mujer vestida de igual forma? De hecho, parece ser que es una iniciativa que ha calado hondo entre los seguidores de este singular personaje, ya que una de sus adeptas se atreve a hacerlo nada menos que en la ciudad de Nueva York, argumentando que tal práctica no está prohibida allí (para que luego digamos de los americanos).
   Pero más allá de lo de siempre (libertades personales e individuales, etc.), la pregunta mencionada no deja de ser curiosa. La respuesta al hecho de tapar el pecho femenino suele ser siempre la de la poderosa carga sensual que conllevan los apéndices mamarios, aunque digamos que es una premisa un tanto inválida ya que también podría aplicarse sin problemas a los varones...
   Aunque a fin de cuentas, quizás los raelianos tengan razón en esta ocasión, y sea cuestión de tiempo. Después de todo, no hace tantas décadas en las que eran considerados “poderosos símbolos sexuales” las enaguas de una mujer, las pantorrillas, los brazos totalmente desnudos, o las puntas de los pies. ¿Llegará el día en el que haya países que prohíban a las mujeres ir con el pecho cubierto, igual que ahora los hay que prohíben ir con la cabeza cubierta?

-“Eros y olimpiadas”: viernes, 24 de agosto de 2012.

   Olímpicos como estamos en estos tiempos, me viene a la memoria uno de esos “escándalos” que de vez en cuando sacuden los cimientos del sagradísimo deporte, debido a unos vídeos filtrados a la web (obviamente, sin el consentimiento de las interesadas) en los que algunas gimnastas (creo recordar que rusas) aparecían practicando sus ejercicios sin llevar encima ningún tipo de prenda. Huelga decir que tan particular material (es decir, el de personas practicando deporte y nudismo al mismo tiempo) no es ni mucho menos difícil de encontrar por poco que se trastee por ahí, y el resultado es, cuanto menos, curioso.
   Sin embargo, y de forma inevitable, el citado asunto derivó en escándalo nacional, puesto que fueron varias las federaciones que quisieron tomar cartas en el asunto desposeyendo incluso a las infractoras de varios de sus legítimos títulos, y echándoles en cara por supuesto su falta de pudor y de dignidad. Como decíamos antes, el deporte es sagradísimo, y algo así puede afectar a la buenísima imagen pública que tienen los que dedican sus esfuerzos a ganar medallas y a batir récords de todas clases...
   Pero dejando aparte el hecho de que en las olimpiadas originales (aquellas fiestas deportivas celebradas en Olimpia, en tiempos de la Grecia clásica) el uniforme oficial era precisamente el desnudo, no deja de resultar curioso que sean muchas las voces que critiquen una cosa así, y no tantas las que se atrevan a hablar de las muchas contradicciones de otros tipos (económicas, sociales, políticas, culturales, a elegir) que esconden los deportes en general y las olimpiadas en particular (donde los deportistas van vestidos reglamentariamente), como en el clamoroso caso de Pekín 2008. Pero como es habitual, el desnudo siempre da más que hablar, claro.

-“Eros y aumentos”: jueves, 30 de agosto de 2012.

   Hay lectores que podrían acusarme de fabular acerca de las cosas que cuento en esta columna, pero aseguro que no me invento ninguna de las noticias... como por ejemplo, la que me llegó hace poco de manos de mi propio padre, quien me adjuntó un recorte de prensa en el que se especificaba cómo un pobre señor gallego había pedido por correo un aparato para aumentar el tamaño de su pene, y había recibido nada menos que una lupa. Tal cual.
   Huelga decir que lo siento por él, a pesar de la lógica hilaridad que provoca el tema (y las consabidas advertencias, que nunca están de más, acerca de la imposibilidad física de alargar algo que no puede ser alargado, a pesar de todos los milagros que se anuncian al respecto... y que muchas veces pueden ser muy, muy dañinos, así que conviene tener cuidado con ellos), pero más allá de insistir en el hecho de si el tamaño importa o deja de importar, es mucho más interesante desviar la atención hacia otra parte.
   Y esa parte es la importancia no del tamaño de nada, sino la importancia que ese tamaño tenga para otras personas. Porque en mi vida he podido conocer a parejas de lo más dispares (de todos los sexos, de todos los tamaños, de todas las razas, de todas las edades...), y el mensaje que me han hecho llegar siempre ha sido el mismo: nosotros estamos a gusto uno con el otro, y a quien no le guste, que no mire. Por lo tanto, y mejor que comprar lupas o cualquier otro adminículo semejante (porque insisto en que, a fin de cuentas, la lupa puede que sea el mejor invento de todos los que hay en el mercado relacionados con el asunto), tal vez la mejor solución sería encontrar a alguien a quien los temas que le importaran fuesen de otras índoles.

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