sábado, 25 de junio de 2011

Columnas "Última Hora" mayo

La más rabiosa actualidad (en forma de elecciones y de divertidas experiencias personales) marcó a fuego las dos columnas que se publicaron el mes pasado en el periódico “Última Hora”, firmadas por quien esto escribe.

-“La Cicciolina menorquina”: jueves, 12 de mayo de 2011.

Y luego me pregunta la gente que de dónde saco los temas para mis columnas. Mi padre mediante, me cae en las manos un recorte de periódico en el que la política menorquina Soledad Sánchez, candidata por el Partido Democrático de Ciutadella, se muestra indignada por la denuncia que le han interpuesto tanto Izquierda Unida como el Institut Balear de la Dona con motivo de un cartel electoral donde ella misma (es decir, la señora Sánchez) mostraba sus generosos senos, cubiertos únicamente por las manos de su marido. Ya hay quien la ha llamado “la Cicciolina menorquina”, y seguro que en esta época de elecciones, el asunto va a traer cola entre los votantes...
Debo decir, ante todo, que personalmente comparto la indignación. La indignación de Soledad Sánchez, se entiende. ¿Cómo es posible que alguien denuncie a alguien por mostrar su cuerpo desnudo de forma voluntaria? Según parece, desde el Institut Balear de la Dona argumentan que “el cuerpo de la mujer es igual que el del hombre y no debe utilizarse para fines propagandísticos, y menos para una campaña electoral”. Si nos metemos en terreno tan espinoso, habría que preguntarse antes que nada cuáles son las cosas más adecuadas para ser utilizadas en una campaña electoral... y seguro que al primer golpe de vista de las actuales campañas encontraríamos aspectos mucho más vergonzosos que un par de senos.
Sea como fuere, y sin referirnos en absoluto los aspectos políticos de dicha candidata (que por otro lado se supone que deberían ser lo más importante de todo el asunto), desde aquí aplaudimos manifiestamente su muestra de absoluta e intachable moralidad (habla ella de denunciar por su parte a sus denunciantes, lo cual sería, como mínimo, justo y ético), precisamente por mostrarse tal cual es, cosa que deberían de hacer muchos de los políticos de hoy en día... y no sólo quitándose la ropa.

-“Eros e inseminación”: jueves, 26 de mayo de 2011.

Me encuentro en esa edad en la que uno tiene unos cuantos amigos que buscan con pasión (y nunca mejor dicho) asegurarse su descendencia, recurriendo algunos de ellos a métodos tradicionales, mientras que otros necesitan de la ciencia médica para conseguirlo con toda la efectividad necesaria. Afortunadamente, los tiempos han cambiado un tanto, y ya no es tan extraño tener que recurrir a la ayuda del doctor o la doctora de turno (y en esta ocasión no hablo con segundas) para que la inseminación se realice de una forma fácil y sencilla (y también eficaz) para todo el mundo.
Pero el asunto viene a colación precisamente por la necesidad de obtener la simiente del varón en cuestión, cosa que por norma general se realiza manualmente (y también personalmente) en una dependencia ambientada a tal efecto. Debo decir que nunca he visitado en persona semejante sitio, pero precisamente ha sido un amigo que sí ha tenido que hacerlo quien me ha informado no sólo de la asepsia de dicho lugar (a lo que más le recordaba era a un retrete para minusválidos, palabras suyas), sino que además de eso, el estímulo correspondiente para la delicada operación eran revistas pseudoeróticas que databan nada menos que de 1999. Francamente, no me costó nada creer a mi amigo cuando me aseguraba que el ambiente no era muy propicio, que digamos.
Aunque al menos, en la consulta tuvieron la decencia de dejar que su compañera le acompañase en tan esterilizado e impersonal trance, por lo que la operación consiguió llevarse a buen término para todos (y el resultado final parece además ir por el buen camino). Por mi parte, no sólo me alegro del éxito científico (imprescindible e inigualable, qué duda cabe), sino también del éxito placentero... porque a lo mejor soy demasiado poco racional o demasiado poco higiénico, pero yo creo firmemente que un hijo debe ser, ante todo, fruto del placer.

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