lunes, 14 de enero de 2013

Columnas "Última Hora" septiembre

Lo dicho, a ponerse al día tocan, con lo cual continuamos con la puesta de columnas. Ciertamente, en este caso concreto se han quedado un tanto atrasadas las noticias, pero no por ello dejan de ser interesantes:

-“Eros y monjas”: viernes, 7 de septiembre de 2012.

   Que nadie se asuste antes de tiempo, puesto que a pesar del título, voy a hablar de algo mucho menos escabroso de lo que parece a primera vista. El asunto es el siguiente: resulta que sor Margaret Farley, una monja de 77 años miembro de las Hermanas de la Misericordia de las Américas y profesora emérita de la Universidad de Yale, publicó en el año 2006 un libro titulado “Just love. A framework for Christian sexual ethics”, en el cual, entre otras cosas, esta religiosa no sólo aceptaba la masturbación femenina, sino que además la considera beneficiosa para la salud. Citando sus propias palabras, sor Farley opina que la masturbación femenina “generalmente no implica ningún problema moral en absoluto”, y además, “muchas mujeres han hallado mucho bien en darse placer a sí mismas”, por lo que “de este modo, puede decirse que la masturbación, en realidad, es más una ayuda que un impedimento para las relaciones.”
   Y eso es todo. Es decir, esa es la noticia que justifica el título de esta columna. Quizás haya alguien que ha comenzado a leerla atraído por la curiosidad, y que ahora mismo esté pensando que bueno, que tampoco es para tanto, y que una información así no justifica semejante título... Pero lo curioso del caso no es precisamente esto, sino la reacción oficial del Vaticano, quienes con una notificación aprobada expresamente por el Papa, condenan tanto el libro como las declaraciones, acusando a la monja de vulnerar la doctrina católica, y alertando incluso de un peligro de cisma (y digo yo: ¿seguro que hablar de masturbación es motivo para un cisma ideológico de tales proporciones? ¿No habrá temas más teológicos para entrar en semejante terreno?).
   A veces, uno no puede evitar pensar que hay personas que se toman las palabras (ya sean titulares o declaraciones) demasiado a la tremenda.

-“El desnudo de la concejala”: jueves, 13 de septiembre de 2012.

   No falla: no, si es que yo soy un obseso que siempre está pensando en lo mismo, y sólo me preocupo de un único tema, y estoy obsesionado con las altas temperaturas... hasta que de repente aparece una noticia determinada, y todo el mundo empieza a bombardearme con preguntas del tipo “¿y del vídeo de la concejal, no vas a escribir nada?”
   Pues mira por dónde que sí, y es que este asunto (es decir, el hecho de que a Olvido Hormigos, concejal socialista del toledano pueblo de Los Yébenes, le hayan robado un vídeo erótico protagonizado por ella y lo hayan difundido en la red sin su consentimiento) y sus dimes y diretes (que por fortuna no han acabado con la dimisión de la política, porque ha decidido con muy buen criterio que no ha hecho nada malo, y ni siquiera moralmente reprochable) no dejan de recordarme a aquel cuento clásico del traje nuevo del emperador, donde a un soberano le vendían una tela que sólo era visible para las personas cultas e inteligentes de alta alcurnia, mientras los lerdos y bobos no veían absolutamente nada, con el resultado final de que son los niños quienes con su sinceridad advierten que, simple y llanamente, el emperador está desnudo.
   Porque mi opinión es que, sencillamente, algo como esto no sólo no debería ser noticia, sino que debería provocar, como máximo, un encogimiento de hombros y un comentario del tipo “en fin, estas cosas pasan”... Es decir, lo mismo que provocan en las masas otras actitudes de los políticos de cualquier partido, en materias que no son precisamente la íntima ni la sexual.
   El día que acojamos con indiferencia este tipo de asuntos y debatamos y deploremos con tanta intensidad los tejemanejes económicos y sociales de los mandamases de turno, otro gallo nos cantará...

-“La reina está desnuda”: viernes, 21 de septiembre de 2012.

   Esta es la traducción literal del titular que una revista italiana ha dedicado a Kate Middleton (que me perdonen los puristas, pero nunca he estado de acuerdo en eso de traducir los nombres propios) con motivo de las fotografías que muestran su (estupenda) desnudez acompañada de su marido en una finca privada. Por supuesto, no es mi intención introducirme en temas tan espinosos como la libertad personal, el acoso de la prensa, las nuevas tecnologías y sus inescrutables caminos (aunque la paradoja de que haya países como Francia en los que esté prohibida la publicación de unas fotos que cualquiera puede consultar con tranquilidad en su propia casa no deja de ser más que divertida...), o cualquier otra temática de índole moral: allá ellos con sus cosas, y cada uno con su conciencia y con sus derechos y deberes...
   Porque lo que en realidad me gustaría preguntar, más allá de todos los dimes y diretes de turno, es una cuestión la mar de simple: después de todo, ¿qué importancia tiene? Sí, hemos visto a la reina (o más bien a la posible futura reina) desnuda, pero tal vez si nos parásemos a pensarlo un momento nos daríamos cuenta de que no sólo habría motivos para estar orgullosos de un hecho semejante (como decíamos hace poco sobre el desnudo de su cuñado, un ejército luchará con diferente motivación si conoce tanto las debilidades como las fortalezas de su soberano), sino que quizás lo mejor que podría hacer la sosodicha sería hablarle a su pueblo para decir algo así como: “bueno, sí, es cierto que tengo pechos y los descubro alguna vez. ¿Y?”
   Por mi parte, algo como esto me mueve, ante todo y sobre todo, a levantar mi cerveza y, con absoluta admiración por un cuerpo tan hermoso y natural, declarar a voz en grito: “¡dios salve a la reina!”

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