Hace
veinte años, celebré los diecisiete en un hotel de Superespot, Lleida,
aprendiendo a esquiar. No he vuelto a calzarme unos esquís en la vida, pero fue
un viaje tan absolutamente inolvidable que aún lo recuerdo con toda viveza, a
pesar de las décadas transcurridas.
Hace
diez años, hubiera dejado de cumplir años de haber sido uno de esos rockeros
malditos con los que soñaba de jovencito (y con los que aún a veces sigo
soñando). Os echamos a todos de menos, sobre todo a los que tuvisteis que morir
para que otros viviésemos sabiendo que se podían hacer otras cosas. Not to touch the earth...
Hoy,
aquí estamos, cumpliendo más cosas que años, para nuestra propia fortuna.
Hablaba ayer mismo con una de mis familiares que me comentaba acerca de su
señor padre, que a los 90 años sigue tan fresco, y pienso sin ir más lejos en
mi abuelo, que tenía exactamente 50 cuando yo nací. ¿Cómo no voy a ser un niño,
desde su punto de vista? Sin duda, el tiempo es algo relativo...
Así
pues, la mejor celebración, un abrazo con los amigos, como el que hoy me ha
dado el gran Ricky, diciéndome algo como “ya tenemos excusa para agarrar una
buena”. Cuánta razón tienes, amigo mío, y al mismo tiempo, cuánta razón tenía
Lewis Carroll.
¡Feliz no-cumpleaños, a todos aquellos que no lo
celebran hoy!
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