Porque a pesar de los conflictos mentales, de las historias histéricas y de las histerias históricas (que de las dos cosas hay en todo esto), acaba siempre imponiéndose una verdad: me gusta escribir, me gusta ordenar, me gusta comentar cosas concretas que hago... además de que no puedo negar que me gusta la utilidad que pueda tener el asunto (en concreto, para desmenuzar la obra de cierta escritora que yo me sé, y compartirlo con quienes quieran leerlo), y de que por supuesto es una actividad que no me hace ningún mal, sino todo lo contrario. Y por otro lado, nunca jamás me ha asaltado la preocupación de si me leen o no me leen los demás... porque entre otras cosas, mis diarios privados los ha leído muy poca gente además de mí mismo, y siguen siendo válidos y hermosos, al menos para mí.
Así pues, ordenamos, damos vueltas a las cosas, opinamos ligeramente de gustos (y nunca, o casi nunca, de disgustos, que eso no es lo mío), creamos universos paralelos, seguimos trabajando en ello... y acompañamos a la vida pasando, a veces viviendo, a veces esperando. Y siempre, procurando disfrutar...
Después de todo, supongo que no me lo monto mal: no todo el mundo puede decir que ha estado bailando desnudo con las estrellas en mitad del desierto del Sahara...
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