Aquí estamos de nuevo, después de un parón tardoestival entre obligatorio y voluntario. Hay mucha gente que se devana los sesos preguntándose para qué sirve un blog, si para esto o para lo otro, o si debe continuarse o no debe continuarse... y más allá de los blogs informativos (que desde luego quedan completamente aparte de estas disquisiciones, si es que son verdaderamente buenos), o los realmente artísticos (porque algunos hay que son una verdadera chulada), la pregunta tiene sentido. Por mi parte, que escribo un diario desde que tenía ocho años (y se dice pronto, aunque haya sido siempre a intervalos irregulares), siempre ha sido una pregunta recurrente... y al final, suceda lo que suceda, parece que siempre vuelvo a caer en ello.
Porque a pesar de los conflictos mentales, de las historias histéricas y de las histerias históricas (que de las dos cosas hay en todo esto), acaba siempre imponiéndose una verdad: me gusta escribir, me gusta ordenar, me gusta comentar cosas concretas que hago... además de que no puedo negar que me gusta la utilidad que pueda tener el asunto (en concreto, para desmenuzar la obra de cierta escritora que yo me sé, y compartirlo con quienes quieran leerlo), y de que por supuesto es una actividad que no me hace ningún mal, sino todo lo contrario. Y por otro lado, nunca jamás me ha asaltado la preocupación de si me leen o no me leen los demás... porque entre otras cosas, mis diarios privados los ha leído muy poca gente además de mí mismo, y siguen siendo válidos y hermosos, al menos para mí.
Así pues, ordenamos, damos vueltas a las cosas, opinamos ligeramente de gustos (y nunca, o casi nunca, de disgustos, que eso no es lo mío), creamos universos paralelos, seguimos trabajando en ello... y acompañamos a la vida pasando, a veces viviendo, a veces esperando. Y siempre, procurando disfrutar...
Después de todo, supongo que no me lo monto mal: no todo el mundo puede decir que ha estado bailando desnudo con las estrellas en mitad del desierto del Sahara...
Así pues, ya es otoño otra vez, y también es octubre, que ha comenzado a octubrear después de que hayamos pasado de puntillas sobre septiembre, envueltos en Madrid y en Egipto, y sin despedirnos... así que feliz otoño (y feliz octubre) entonces, por supuesto.
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