De nuevo, tres columnas más el mes pasado, y las tres tienen miga, sobre todo la dedicada al maestro David Hamilton.
-“Eros y contradicciones”: viernes, 3 de septiembre de 2010.
Es algo que, al menos a mí, me pasa bastante a menudo... y a pesar de todo, nunca deja de sorprenderme: fenómeno que por supuesto se acentúa con el verano, la contradicción del Eros (femenino, en este caso) es algo que jamás he llegado a comprender bien del todo.
Una de las últimas veces ha sido un caluroso día de julio, en el autobús: una chica joven, aparentemente extranjera, se apoyaba con languidez en una de las ventanas sujetándose donde podía mientras se defendía al mismo tiempo de los concentrados rayos de Sol... dejando ver muy a las claras que, bajo su ceñida camiseta estival, no llevaba ninguna otra prenda de vestir. Sonriendo, pensé que ciertamente esos momentos de verano mediterráneo que nos regalan estas islas son verdaderamente únicos: una joven de belleza envidiable, una postura abandonada al tiempo que explícita, el ejemplo más hermoso de una belleza juvenil rebosante y orgullosa con un Eros tan intenso... hasta que, al cabo de un minuto, pareció torcer el gesto ante la insistencia de mi mirada (que pocas veces me molesto en disimular) y la de otros pasajeros del vehículo, variando de inmediato su postura y llegando a taparse con los brazos en actitud desafiante y claramente molesta.
Hay mucha gente que lo entiende: bastantes de mis conocidos argumentan que yo soy muy descarado, que no hay que mirar a la gente así, que sólo estoy pensando en lo mismo, y que blablablá... así que supongo que el problema debe ser mío. Sin embargo, por muchas vueltas que le dé, no acierto a comprenderlo: ¿por qué una mujer de cuerpo escultural, y que tiene sobrados motivos para estar orgullosísima de su feminidad, se viste de una forma tan ceñida y tan sugerente, resaltando todas y cada una de sus estupendas curvas femeninas, y luego se enfada cuando alguien admira su belleza?
Lo dicho: probablemente, la culpa la tengo yo.
-“Festival erótico asturiano”: viernes, 10 de septiembre de 2010.
A la búsqueda de noticias interesantes por la red, y con la polémica fresca todavía acerca de cierto cartel estival de la localidad de Avilés (en Asturias) que mostraba el dibujo de una chica de escote generoso (y que ciertas autoridades bienpensantes quisieron censurar sin conseguirlo), me encuentro de narices con la próxima celebración del primer festival erótico en Gijón (también Asturias), que parece tendrá lugar la primera semana del mes de noviembre. A primera vista se trata de un evento más de tales características (shows en directo, rodajes de películas para adultos, muestras de juguetes... y la presencia anunciada de la mítica Ilona Staller, más conocida como Cicciolina), e inevitablemente rodeado de la polémica que suele acompañar a este tipo de cosas... pero que además en este caso ha trascendido al plano político (lo cual no debería, ya que la iniciativa parece ser que es estrictamente privada). Pero no, nada de eso es lo que nos llama la atención.
Lo más interesante del caso es que, tras toda la polvareda levantada, el señor Juli Simón, director de dicho festival, ha hecho unas declaraciones a un periódico asturiano de lo más interesantes, que no me resisto a dejar de citar textualmente: “No pretendemos escandalizar, el objetivo es tratar con naturalidad y desde un punto de vista serio la temática del ocio adulto.”
Como digo, lo sorprendente no es ni la propuesta, ni el festival, ni las polémicas, ni las declaraciones... sino que alguien, en pleno siglo XXI, tenga todavía que aclararle a la gente que lo que quiere hacer es “tratar con naturalidad y desde un punto de vista serio la temática del ocio adulto”. Lo cual, desde luego, significa que el ocio adulto (y es una buena manera de definirlo), no es algo que se trate habitualmente con dichas características.
Como siempre, supongo que la culpa la tengo yo... pero a mí, personalmente, todavía me sorprende.
-“Redescubriendo a David Hamilton”: jueves, 16 de septiembre de 2010.
Quien más quien menos ha contemplado sus fotografías, y quien más quien menos ha quedado subyugado por ellas. A pesar del paso de los años, a pesar de la indolencia “flou” y de los aires de determinada época, y sobre todo, a pesar de muchas de las tonterías de las perversas mentes bienpensantes siempre preocupadas por el bienestar moral de la gente (ya que su trabajo sigue catalogándose directamente como “pornográfico” en Gran Bretaña y los EEUU), las instantáneas de David Hamilton siguen produciéndonos un deleite especial. El erotismo blando y onírico de sus paisajes, la familiaridad de la caricia mediterránea, y la irrealidad etérea de sus modelos, no dejan jamás de producir evocadores momentos de culto al Eros...
Y en estos últimos tiempos, además, alguien ha tenido la feliz idea de ir rescatando sus perdidas (que no extraviadas) obras cinematográficas y sacarlas otra vez a la luz a precios más que razonables, con lo que quienes las admirábamos hace ya tiempo (tanto que no existía la posibilidad de buscarlas con la facilidad de hoy día) nos hemos topado casi sin quererlo con esas películas con las que un día soñábamos y que hoy podemos contemplar con toda tranquilidad. Y digo “contemplar”, porque una película de David Hamilton es una película para contemplar.
Porque es él mismo quien reconoce que su técnica no es ninguna maravilla, y también es él mismo quien reconoce que debe mucha de su fama al mérito de sus jóvenes modelos... pero también es cierto que Hamilton posee algo indiscutible en su forma de hacer arte, y ese algo son sus ojos. Es el ojo, es la mirada de Hamilton la que pone el énfasis en lo necesario, captando lo volátil, difuminando los contornos... y eso, y sólo eso, es lo que contribuye a hacer el conjunto tan especial y tan particular, sobre todo en su forma de hacer cine.
Un cine que es para contemplar, y también para soñar.
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