He aquí una de las más poderosas razones de mis últimos quebraderos de cabeza, así como fuente de curiosas y constantes alegrías: hoy he finalizado por fin (y valga la redundancia) el cuarto tomo de esta saga a la que todavía le quedan tres partes más, que tantos y tantos lectores ha cautivado, y que a mí me ha embelesado de manera especial... y de momento, hasta aquí puedo leer (o escribir, según se mire).
De momento, lo único que puedo decir de Martin es que escribe con un ritmo cautivador, y como bien explica Álex De la Iglesia en el prólogo a este último volumen, el autor sabe de sobra cómo escribir una obra con una técnica que casi podría describirse como nueva, vertiginosa y confusa al mismo tiempo, y que sin embargo no molesta para nada a la hora de seguir la narración. Y precisamente si agrupo los cuatro volúmenes en una misma entrada es porque los considero parte de un todo, de una historia que crece como un río y que da vueltas y más vueltas para nuestro propio deleite.
Que no digo yo nada que no hayan dicho otros muchos, vaya: una obra preciosa, de deliciosa lectura, y que no deja indiferente a nadie. Espero con ansia tanto el quinto volumen como los siguientes que queden por venir...
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