El verano despliega las alas, y nos pilla del revés: a contrapelo, con la piel delicada, obligándonos a usar toneladas de crema solar, y haciéndonos disfrutar como siempre de sus más que preciosos inicios: días junto al mar, hogueras de San Juan que sirven para quemar rastrojos, lánguido estío mediterráneo que toca a la puerta, y nosotros le decimos que pase...
Con otro libro entregado (ya hablaremos, ya), un viaje a Asturies en lontananza, la visita del bueno de René, y algunas que otras cosicas que cerrar antes de agosto (en el que planeo tumbarme a la bartola, aunque siempre a mi estilo), julio se presenta altibajante, así que yo aprovecho para seguir con lo mío y ponerme de una vez con lo que verdaderamente importa, que falta hace.
De esa forma, colgamos de una santa vez la imagen de la portada del periódico “Última Hora” que recoge la visita del ilustre Sebastián Álvaro, hace ya algunos lustros, y en la que salgo yo muy al fondo. Lo hago, más que nada, para quitarla de en medio, y porque la verdad es que la charla fue de lo más chula y edificante.
Largo, cálido verano... y los conciertos, ya vendrán, no se apuren.
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