Como
digo hace tiempo, es verdad que ya no voy mucho de exposiciones, pero en este
caso, me la encontré de frente en Palma (está abierta hasta mediados del mes
que viene, por cierto) y aproveché tanto por el edificio en sí mismo (el
antiguo Hospital Militar) como por admirar el paciente trabajo de alguien
dedicado al asombroso mundo de las maquetas navales. De sobra es sabido lo
mucho que me gustan los barcos, así que admirar las réplicas de los mismos es
todo un placer que ayuda a fijarse en los detalles, y también en el paciente y
delicado trabajo del artesano (absolutamente increíble la paciencia con
jarcias, velas, y diminutos objetos ornamentales). Sin duda, a nadie le amarga
un dulce...
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