Como
inmediatamente después de haberlo leído se lo regalé a alguien que sin duda lo
apreciará más que yo, se me había olvidado comentar este libro que me hicieron
llegar muy amablemente desde la editorial, y al que en su momento dediqué una
columna en el periódico “Última Hora”. Y de paso, aprovecho para aclarar que
sigo haciendo esas columnas, pero por cuestiones de derechos de propiedad, ya
no puedo publicarlas aquí, lo cual es una verdadera lástima, en especial para
mí mismo, pero así son las leyes de copyright.
En
cuanto al libro en sí mismo, y como dije en la columna en cuestión, es una rara
avis que merece la pena leerse, no por su intrínseca calidad literaria (que ni
la tiene ni lo pretende), sino por el testimonio de una mujer madura que se
atreve a decir en voz alta que como la carne joven no hay nada, y que una tiene
que aprovechar mientras pueda (y bien que hace). Sinceramente, desde mi humilde
punto de vista, me alegro (y muchísimo) de que este espíritu (y este tipo de
libros) hayan sustituido a los de las treintañerocuarentonas de los 90’ que
sólo pensaban en casarse y tener hijos y sus patas de gallo y su menopausia y
sus tetas descolgadas. Por lo menos, Wendy piensa en cómo mantenerse en forma
para poder estar con jovencitos mientras pueda, lo cual es más que encomiable.
Y además, es una lectura divertida, sí señor.
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