Sin duda, le debía el comentario al presente, ya que acabé
de leerlo hace bastantes meses (antes de verano, de hecho), y aun así, lo que
hice con él fue una relectura (muy útil, por otra parte), ya que este libro me
lo compré allá por el 2001, cuando mi interés por el zen y sus derivados estaba
en su punto más álgido. Hoy día, ni mucho menos reniego de ello, pero también
ni mucho menos me interesa tanto, por lo que esta última vez lo leí y disfruté
más como literatura que no como obsesión...
Y es que, ¿a quién le amarga un dulce? Nada menos que 100
koans (esas pequeñas adivinanzas cuya resolución no tiene sentido lógico, al
menos aparentemente) de los clásicos, comentados por maestros clásicos, llenos
de anécdotas sabrosas y de sentidos más claros o más oscuros, depende de dónde
se mire. ¿Cómo va a hacerle uno ascos a la literatura sacra japonesa, con todo
lo que nos ha dado? Toda una pequeña joya de mi biblioteca personal, sí señor.
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