Ya que estamos, aprovecharemos para cerrar el año dando
buena cuenta de los últimos flecos de las cosas de la mesa y precisamente de
este 2014 tan sumamente raro (y tan sumamente especial, por qué no decirlo) que
nos ha tocado vivir. Después de haber podido contarlo, después de estar aquí
sentado escribiendo con relativa tranquilidad, a todos aquellos que me dicen
que el 2015 será un año mejor, les contesto que no creo que el que ahora nos
deja haya sido malo, debido a todo lo que hemos podido aprender de él, y de que
como siempre he dicho, bien está lo que bien acaba...
Precisamente en uno de los nuevos rituales establecidos en
los tiempos más duros, apareció en el kiosco de al lado de casa este pequeño
ejemplar, cuyo título (y por supuesto, cuyo autor) me llamó la atención tan
poderosamente como para adquirirlo. Y no tiene demasiadas pretensiones y no es
nada más que una buena razón dada por un buen profesional para que limitemos
las cargas de estrés que tanto daño nos hacen día tras día... y mira por dónde
que la cosa funciona la mar de bien.
Y tanto es así que, sin comerlo ni beberlo, ha resultado ser
el complemento perfecto (y definitivo) a todos los descubrimientos de tipo
espiritual que hemos tenido este 2014, así que he aquí una razón más para
despedirnos de este año deseando que los demás sean igual de buenos, y lo digo
muy en serio. Como decía Agassi en su libro “Open”, los dioses nos cincelan con
su martillo porque nos quieren cada vez más perfectos... o algo así, pero a fin
de cuentas, ese es el sentido de la frase.
En cuanto al libro, léanlo, porque no se arrepentirán.
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