No hay
duda de que mi amistad con Alberto Santos me ha devuelto el gusanillo por la
ciencia-ficción, que tenía un tanto olvidada. Y si a eso unimos mi afán
completista (la presente edición fue una especial para la revista QUO en el año
2001, colección que constaba de cinco títulos de los cuales ya tenía “¿Sueñan
los Androides con Ovejas Eléctricas?” de Philip K. Dick, “1984” de George
Orwell, y “La Mosca. Relatos del Antimundo”, de George Langelaan, habiéndomelos
leído y disfrutado todos en su día, y faltándome ahora únicamente “Contact”, de
Carl Sagan) y la ayuda del Cash Converters (porque allí lo encontré hace poco
por veinte centimillos), pues eso, que la ocasión la pintaban calva.
Y sí,
suponía que me gustaría (no es el primer libro que leo de Wells, y “El Hombre
Invisible” ya me dejó impresionado), pero lo que no imaginaba era que me fuese
a gustar tanto. Aunque tampoco resulta tan extraño, habida cuenta de que es
nada menos que el primero de su especie, es decir, el primero que habla de una
invasión extraterrestre por despiadados invasores de tecnología más avanzada
que la nuestra. Y eso, por no hablar de su excelente narración, y del
desarrollo de la misma hasta ese final tan inesperado como sorprendente debió
resultar en su momento (además de confirmar lo de siempre: que Alan Moore es un
genio, y que la relectura que hace de este mito en su segundo volumen de la
Liga de los Hombres Extraordinarios es todo un prodigio). Que hay muchos libros
que leer, vamos, y que es un placer poder recuperarlos así, de forma sencilla y
despreocupada, maravillándose al mismo tiempo que pasándolo muy bien...
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