Cielo
santo, no sólo tengo atrasado el blog, sino también la publicación de columnas,
y no se lo merecen ni de lejos... En fin, despediremos el 2012 con las que
salieron publicadas en agosto, y a ver si en el 2013 me pongo las pilas también
en esto.
-“Go Topless”: viernes, 10 de agosto de
2012.
Nunca creí que
llegase a escribir sobre un hombre como Rael, esa especie de “líder espiritual”
cuyas declaraciones suelen ser cuanto menos hilarantes... pero en este caso, la
cuestión tiene miga. Porque por pura casualidad, me he enterado de su
activísima iniciativa “Go Topless”, en la que reivindica el derecho de igualdad
para hombres y mujeres a la hora de exhibir el torso desnudo. Es decir: si la
imagen de un hombre con el torso desnudo no nos choca para nada (aunque de todo
hay en la viña del Señor, por supuesto... y si no, que se lo pregunten a los
prohibitivos barceloneses), ¿por qué debería hacerlo la de una mujer vestida de
igual forma? De hecho, parece ser que es una iniciativa que ha calado hondo
entre los seguidores de este singular personaje, ya que una de sus adeptas se
atreve a hacerlo nada menos que en la ciudad de Nueva York, argumentando que
tal práctica no está prohibida allí (para que luego digamos de los americanos).
Pero más allá de
lo de siempre (libertades personales e individuales, etc.), la pregunta
mencionada no deja de ser curiosa. La respuesta al hecho de tapar el pecho
femenino suele ser siempre la de la poderosa carga sensual que conllevan los
apéndices mamarios, aunque digamos que es una premisa un tanto inválida ya que
también podría aplicarse sin problemas a los varones...
Aunque a fin de
cuentas, quizás los raelianos tengan razón en esta ocasión, y sea cuestión de
tiempo. Después de todo, no hace tantas décadas en las que eran considerados
“poderosos símbolos sexuales” las enaguas de una mujer, las pantorrillas, los
brazos totalmente desnudos, o las puntas de los pies. ¿Llegará el día en el que
haya países que prohíban a las mujeres ir con el pecho cubierto, igual que
ahora los hay que prohíben ir con la cabeza cubierta?
-“Eros y olimpiadas”: viernes, 24 de agosto de
2012.
Olímpicos como
estamos en estos tiempos, me viene a la memoria uno de esos “escándalos” que de
vez en cuando sacuden los cimientos del sagradísimo deporte, debido a unos
vídeos filtrados a la web (obviamente, sin el consentimiento de las
interesadas) en los que algunas gimnastas (creo recordar que rusas) aparecían
practicando sus ejercicios sin llevar encima ningún tipo de prenda. Huelga
decir que tan particular material (es decir, el de personas practicando deporte
y nudismo al mismo tiempo) no es ni mucho menos difícil de encontrar por poco
que se trastee por ahí, y el resultado es, cuanto menos, curioso.
Sin embargo, y de
forma inevitable, el citado asunto derivó en escándalo nacional, puesto que
fueron varias las federaciones que quisieron tomar cartas en el asunto
desposeyendo incluso a las infractoras de varios de sus legítimos títulos, y
echándoles en cara por supuesto su falta de pudor y de dignidad. Como decíamos
antes, el deporte es sagradísimo, y algo así puede afectar a la buenísima
imagen pública que tienen los que dedican sus esfuerzos a ganar medallas y a
batir récords de todas clases...
Pero dejando
aparte el hecho de que en las olimpiadas originales (aquellas fiestas
deportivas celebradas en Olimpia, en tiempos de la Grecia clásica) el uniforme
oficial era precisamente el desnudo, no deja de resultar curioso que sean
muchas las voces que critiquen una cosa así, y no tantas las que se atrevan a
hablar de las muchas contradicciones de otros tipos (económicas, sociales,
políticas, culturales, a elegir) que esconden los deportes en general y las
olimpiadas en particular (donde los deportistas van vestidos
reglamentariamente), como en el clamoroso caso de Pekín 2008. Pero como es
habitual, el desnudo siempre da más que hablar, claro.
-“Eros y aumentos”: jueves, 30 de agosto de
2012.
Hay lectores que
podrían acusarme de fabular acerca de las cosas que cuento en esta columna,
pero aseguro que no me invento ninguna de las noticias... como por ejemplo, la
que me llegó hace poco de manos de mi propio padre, quien me adjuntó un recorte
de prensa en el que se especificaba cómo un pobre señor gallego había pedido
por correo un aparato para aumentar el tamaño de su pene, y había recibido nada
menos que una lupa. Tal cual.
Huelga decir que
lo siento por él, a pesar de la lógica hilaridad que provoca el tema (y las
consabidas advertencias, que nunca están de más, acerca de la imposibilidad
física de alargar algo que no puede ser alargado, a pesar de todos los milagros
que se anuncian al respecto... y que muchas veces pueden ser muy, muy dañinos,
así que conviene tener cuidado con ellos), pero más allá de insistir en el
hecho de si el tamaño importa o deja de importar, es mucho más interesante
desviar la atención hacia otra parte.
Y esa parte es la
importancia no del tamaño de nada, sino la importancia que ese tamaño tenga
para otras personas. Porque en mi vida he podido conocer a parejas de lo más
dispares (de todos los sexos, de todos los tamaños, de todas las razas, de
todas las edades...), y el mensaje que me han hecho llegar siempre ha sido el
mismo: nosotros estamos a gusto uno con el otro, y a quien no le guste, que no
mire. Por lo tanto, y mejor que comprar lupas o cualquier otro adminículo
semejante (porque insisto en que, a fin de cuentas, la lupa puede que sea el mejor
invento de todos los que hay en el mercado relacionados con el asunto), tal vez
la mejor solución sería encontrar a alguien a quien los temas que le importaran
fuesen de otras índoles.
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