Pues
eso, en ello continuamos, que falta hace. Ahí van ahora las de los meses de
junio y julio, cinco en total:
-“Madonna desnuda”: jueves, 7 de junio de 2012.
La subasta de una
instantánea que el fotógrafo Steven Meissel tomó a Madonna allá por 1990
(realizada para su libro “Sex” y finalmente no incluida en él, a pesar de su
calidad artística y erógena) me ha traído a la mente buenos y antiguos
recuerdos (imposible olvidar el impacto social y personal del asunto, que me
pilló de adolescente y me hizo sucumbir, como tantos otros, a los encantos de
la cantante rubia), y me ha confirmado que, si bien los años pasan, el tiempo
no cambia del todo.
Porque, entre
otras cosas, yo sigo pensando lo mismo que pensaba entonces, cuando oía tanto a
los medios como a los allegados formular acusaciones contra la cantante
tachándola de escandalosa e inmoral: en primer lugar, que si no se mete con
nadie, puede hacer lo que le apetezca, y en segundo, que si eso es lo más
reprochable que hace, pues bienvenido sea. Después de todo, suya es la frase
“el único sexo sucio que conozco es aquel en que no se utiliza la ducha”, con
la cual estoy muy de acuerdo.
Y ello viene al
caso porque, más de veinte años después, tenemos a artistas (de ambos sexos)
que hacen más o menos lo mismo, y que de la misma forma siguen despertando ese
tipo de opiniones censoras, tal y como hemos recogido aquí más de una vez. Por
tanto, los años pasan, pero el tiempo, no. Porque estoy bien seguro de que se
levantaría una polvareda tremenda si Madonna hiciese lo mismo hoy día (y
también estoy bien seguro de que las fotos serían bien hermosas, a pesar del
paso de los años), y que eso seguirá sucediendo hasta vayan ustedes a saber
cuándo.
Aunque, siempre
que veo algo así, no dejo de preguntarme por qué la gente, ante un desnudo o
una conducta sensual, no dicen simplemente “ah, pues allá ella, o allá él”, y
ya está.
-“Eros y aplicaciones del Kama Sutra”: viernes, 15 de junio
de 2012.
De verdad que hay
noticias que parecen hechas para mí, y mucho agradezco a todos mis amigos que
me las hagan llegar. Ahora resulta que una conocida marca informática que
distribuye aplicaciones de pago para esos modernos dispositivos electrónicos
tan en boga en estos tiempos nuestros, ha dejado de servir a sus clientes una
de ellas, que consistía nada menos que en un Kama Sutra virtual. Es decir, un
catálogo de posturas íntimas representado por dibujos esquematizados que
explicaba con concisión y brevedad las distintas maneras de acoplamientos entre
amantes.
Sin entrar en
detalles acerca de las rocambolescas excusas dadas por la compañía
distribuidora para retirar el producto (entre las cuales se encuentran algunas
como que las figuras femeninas tenían el pelo castaño, lo cual resultaba
discriminatorio para las morenas), quizás lo más interesante de todo el asunto
sería poder reunir a los altos ejecutivos que han tomado tamaña decisión
(probablemente un comité de varones panzudos entrados en años, calvos y con
grandes ojeras... porque ya que estamos, digo yo que nosotros también podremos
usar estereotipos con la misma impunidad con la que lo hacen ellos), y hacerles
una única pregunta: en los tiempos que corren, y con la (afortunadamente)
abundancia de libertad de información sexual que la población tiene hoy en día
(gracias a la red, pero también a libros, revistas, televisión y demás), ¿de
verdad creen que la gente necesita una aplicación de dispositivo móvil para informarse
acerca de posturas íntimas?
Por lo tanto, lo
único que ha conseguido tal medida, es precisamente hacer a estas empresas un
poco menos ricas de lo que son. Mira por dónde que a veces la autocensura tiene
cosas buenas.
-“Eros y VHS”: viernes, 29 de junio de 2012.
Después de mil y
una vicisitudes que no vienen al caso, he decidido a título personal deshacerme
ya de mi colección de cintas de VHS, visionándolas por última vez (sí, aún
tengo un reproductor, que además utilizo con frecuencia) antes de reciclarlas
definitivamente (porque, desde luego, no pensaba tirarlas a la basura sin más).
Y entre films más o menos clásicos y documentales más o menos interesantes,
destacaban cómo no un buen puñado de títulos asociados al Eros que, en el
momento en que los adquirí, eran verdaderas joyas de coleccionista.
Tanto es así que
he tenido la agradable fortuna de repasar desde clásicos de Borowczyk (aquellos
“Cuentos Inmorales” donde la mismísima Paloma Picasso se dejaba ver tal cual
vino al mundo) hasta documentales que narraban las vicisitudes del cine para
adultos en la época previa a Internet, pasando por los inevitables bodrios (por
otra parte, infinitamente divertidos, sobre todo en sus diálogos) de la saga
“Emanuelle Negra”, y finalizando siempre en los sorpresivos últimos minutos de
cada cinta en los que, para rellenar, siempre grababa unas cuantas escenas
subidas de tono del canal de madrugada de turno (hoy día, por desgracia, en
esos canales hay cada vez más adivinadoras de pelos cardados que mujeres más o
menos voluptuosas).
Y más allá de las
evidentes risas y de las evidentes voluptuosidades, me he dado cuenta de que,
en muchos casos, estos tiempos de crisis que vivimos no lo son tanto en otros
asuntos. Porque no siento pena alguna en deshacerme de tan pesadas e incómodas
cintas, ya que, gracias a los dioses, hoy es posible encontrar todas estas
películas no ya mucho más fácilmente que antes, sino en formatos muchísimo más
duraderos y a un precio del todo asequible. Menos mal que, a veces, los tiempos
cambian para bien...
-“El Arte Fálico a Través de la Historia”: jueves, 12 de
julio de 2012.
Por el amigo Pako
Jeremy mediante, me llegó a las manos este curioso libro, que firma Fernando
Giménez Escribano y que repasa con un buen surtido de imágenes lo que su propio
título indica. Es decir, las representaciones fálicas (y sobre todo,
itifálicas... y quien no conozca el significado de la palabra, que revise el
diccionario) a lo largo de toda la historia del arte. Es un libro estrechito,
coquetón, y muy bien documentado, en el que podemos encontrar desde relieves
egipcios hasta las consabidas estatuas griegas y romanas, pasando por piezas
mesoamericanas o pinturas hindúes y tibetanas. Lo que se dice un recorrido
completo, vamos.
Sin embargo, lo
más curioso del asunto es que estamos hablando de un libro verdaderamente
difícil de encontrar, ya que no está a la venta en librerías por tratarse de un
producto promocional, financiado (y editado) por un conocido laboratorio
farmacéutico que comercializa, entre otras cosas, píldoras para tratar la
disfunción eréctil masculina. Desde luego, y como artículo promocional, no hay
duda de que el libro es más que acertado para cumplir dicha función...
Pero lo que es
realmente triste es que, a día de hoy, no exista en el mercado no ya un estudio
más riguroso sobre el tema (que haberlo, quizás lo haya, pero por lo menos yo
no lo conozco), sino algún libro equivalente (es decir, bien documentado y bien
ilustrado) que pueda adquirirse con más facilidad por parte del público, para
poder admirar enteramente una de las manifestaciones artísticas más populares
de todos los tiempos, por mucho que los moralistas de turno se empeñen en decir
lo contrario y en mirar para otro lado cuando aparece en las vitrinas (o en las
excavaciones) una obra de estas características.
-“Hysteria”: viernes, 27 de julio de 2012.
Mira por donde, la
cartelera nos ofrece una sana y sorprendente sorpresa, y valga la redundancia:
una película hecha por mujeres y dedicada nada menos que a la invención del
vibrador, juguete sexual femenino (y masculino) que el médico británico Joseph
Mortimer Granville creó allá por la década de 1880. Cierto que “Hysteria”
(Tanya Wexler, 2011) no es mucho más que una comedia romántica con un trasfondo
amoroso, pero desde luego, es de agradecer que alguien se haya atrevido a
hablar de un tema tan complejo y al mismo tiempo tan desconocido.
Porque el
vibrador, lejos de los oscuros orígenes que muchos quisieran atribuirle, nació
nada menos que en una consulta médica, en la que los doctores victorianos
provocaban a sus pacientes femeninas cuantiosos (y saludables) orgasmos para
tratar lo que ellos denominaban “histeria”, enfermedad nerviosa que afectaba a
las mujeres y que se calmaba con masajes manuales que causaban un paroxismo
liberador (por cierto que la enfermedad, como tal, dejó de existir oficialmente
en 1952). Desde luego, es curioso pensar en la imagen de una mujer yendo a
visitar con regularidad a su médico, para que le provocase paroxismos
histéricos... y más, en una época como la Inglaterra victoriana.
Lo cual, como
siempre, da un tanto que pensar, porque nos hace comprobar cómo el impulso (y
el deseo) sexual han resistido incluso en las etapas más oscurantistas de la
moralidad, disfrazándose de represión, de (falsa) castidad, o incluso de
enfermedad. Afortunadamente para nosotros, y por mucha represión que haya hoy
en día (y, por desgracia, hay más de la que parece), cualquiera puede adquirir
uno de los descendientes del invento del doctor Granville para provocarse
paroxismos histéricos sin tener que dar cuentas a nadie.
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