"El sexo en el siglo XXI”: jueves, 14 de julio de 2011.
Ese es el sugestivo título de un documental emitido hace poco en la televisión pública, y desde luego, decidí echarle un vistazo para ver qué enfoque le habían dado a una cuestión semejante en estos últimos diez años en los que parece que todo ha cambiado demasiado deprisa... y finalmente, constaté lo de siempre: lugares comunes, tópicos habidos y por haber, encuestas a las que se les puede dar la vuelta con facilidad, y la siempre pasmosa falta de información de amplios sectores de población (a estas alturas, sí: luego dicen que yo dedico demasiados pensamientos al asunto, pero está claro que otros le dedican demasiado pocos).
Pero hete aquí que algo sí me sorprendió, y para bien: fue la disertación de la psicóloga y sexóloga Rosario Castaño, quien hablaba de los efectos de cierta píldora que ayuda a paliar la disfunción eréctil masculina, y de la cual dijo, textualmente, que “tiene que haber deseo sexual para que el Viagra funcione”. Es decir, que la pastilla en cuestión ayuda a hacer el trabajo, pero no lo hace por sí sola, porque es necesario que el hombre que la toma desee realmente a la persona con la que va a tener una relación íntima... y eso demuestra una vez más la fuerza intrínseca del Eros, capaz de ser ayudado por la ciencia médica, pero jamás sustituido por ella. Como mínimo, da que pensar...
Aunque por otra parte, también da que pensar el hecho de que precisamente por eso haya muchas veces que la milagrosa píldora no funcione tan bien como debiese, para consternación de muchos (y muchas).
-"Desnudos urbanos”: jueves, 28 de julio de 2011.
Hace poco, estuve dándome una vuelta por Madrid, una ciudad que hace no demasiados años consideraba (por qué no decirlo) un tanto retrógrada. Vagando un día por un parque cualquiera, me senté en un banco para disfrutar del sol, como tantas otras de las personas (de todas las edades) que allí había: y muy cerca de donde yo estaba, había un chico de mi edad que visiblemente había estado patinando. Se había quitado los patines, y también la camiseta... y ataviado únicamente con un pantalón muy corto, se tostaba tranquilamente, y sin que nadie le importunase por ello.
Más tarde, recorriendo la Feria del Libro, vi a un turista extranjero con una de esas mochilas de tantas cintas que sostienen un bebé a la espalda: de cintura para arriba, el hombre no llevaba más que dicha mochila, pero aun así, no vi que nadie se acercase para interpelarle de ninguna manera.
En cambio, hace unos días, vi por televisión a una chica tumbada en un parque de Barcelona, vestida con un pantalón y un bikini, tomando el mismo sol que el chico tomaba en Madrid... con la diferencia de que llegó un policía a caballo y le obligó a ponerse una camiseta sobre el bañador. Porque “alguien” del gobierno de Barcelona (esa ciudad que siempre ha presumido de “moderna”) ha entendido que es indecente.
Estoy tentado de no volver a Barcelona nunca más, pero al mismo tiempo, también estoy tentado de ir, para pasearme con una camiseta de mangas cortadas y un pantalón muy corto y comprobar cuál es exactamente la talla reglamentaria, dónde estaría el límite en el que me dijesen que no, que vestir así está prohibido. Lo mismo que no hace tantos años les decían a las mujeres que llevaban faldas más cortas de lo debido.
Lo comentaba en dicha Feria del Libro con un editor: no sé si en este país hace falta una nueva Transición política... pero desde luego, un nuevo Destape no nos vendría pero que nada mal.
Por otra parte, en “L’Espira”, el suplemento dominical del “Diari de Balears”, aparecieron también un par de artículos míos en catalán, que se pueden consultar aquí:
Lo que se dice un mes completito, sí señor.
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