Antes de las vacaciones, y teniendo en cuenta que lo he acabado hoy, aprovecharemos para comentar una novela que ya había leído hace años y que me ha vuelto a cautivar y entretener a partes iguales, al tiempo que ha sido muy útil para mi propia literatura.
Leí “La Isla Misteriosa”, de Jules Verne, hará ya siete años, cuando me decidí a leer toda aquella colección que papá me había regalado de niño y que ahora podría disfrutar mejor que nunca (y por cierto que lo hice, por lo que puedo presumir de haberme leído más de veinte títulos del autor francés). La fortuna hizo que lo leyese el primero de todos, y que me cautivase de una forma que ya no haría ningún otro: estas aventuras de seis (contando al perro Top, desde luego) náufragos arrojados a una isla sin absolutamente nada en la que llegan a resistir de forma espectacular son una delicia, y creo que nadie que les eche un ojo se sentirá defraudado lo más mínimo...
Eso sí, una advertencia seria para el neófito, para que no cometa un error que yo hice de casualidad y me costó un buen disgusto: pase lo que pase, NUNCA deben avanzarse las páginas, ni mucho menos leer la frase final del libro antes de haber llegado hasta ella (una fea costumbre que tenían algunos de mis amigos literatos). Háganme caso, o lo lamentarán... y mientras tanto, disfruten de una lectura interesante como pocas.
Por cierto que muy bien esta edición de Alianza, traducida por Miguel Salabert (y también interesantemente prologada) y que respeta bastante nomenclaturas y otras cosas, empezando por el nombre del autor.
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