Pocas, muy pocas veces en la vida, un libro se pone a
perseguirte y te persigue y te persigue y te persigue hasta que de repente te
lo encuentras a un precio tiradísimo (y en una edición estupenda) y por fin vas
y dices “anda, mira, pues a ver qué es o qué deja de ser”... y de repente, la
pregunta se convierte en: “¿por qué narices no he leído yo esta maravilla
antes?”
La “Guía del Autoestopista Galáctico” es un libro que hay
que leer para creer, de los que te arrancan carcajada tras carcajada, que está
tan bien escrito que es difícil de creer, y que incluso da nuevos significados
a la palabra “humor”, al mismo tiempo que te da a ti nuevas directrices hacia
las que dirigir algunas de tus propias ideas paranoicas. Cielo santísimo, qué
libro...
Y es que desde su mismísimo cautivador título (seamos
sinceros: ¿quién puede resistirse a leer algo que se titula así?) hasta su
demoledor inicio (bueno, la Tierra nos molesta para hacer una autopista, así
que... puf, ya no está, ¡y eso es el principio de la historia!), pasando cómo
no por todos y cada uno de sus aciertos (los vogones, la toalla, el súper
ordenador, la especie más inteligente, hasta luego y gracias por el pescado...)
y llegando a cotas difíciles de superar en cuanto al sinsentido con más sentido
que yo haya leído nunca... bueno, eso, que si estás leyendo esto y no has leído
el libro, deja de hacer el tonto y ponte con él YA, porque me lo agradecerás. Y
si además es esta edición, cuyo final desgrana aspectos interesantísimos de la
película que se hizo después (que no está mal, pero que ni de lejos se puede
comparar al libro), mejor que mejor. ¡¡¡Señor Douglas Adams, donde quiera que
esté, me declaro fan incondicional suyo!!!
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