Como abril siempre ha sido un mes un tanto soñoliento (al menos, en mi caso particular), toca espabilarlo un poco, y más allá de obligaciones puntuales y conceptuales, nada mejor que un nuevo “Antídoto” (y van 18...) para ello, que de momento aún descansará en el orinal de costumbre, pero como el gran Xisco Vargas no tardará en abrir, pues seguro que pronto nos lo coloca...
En esta ocasión, y teniendo en cuenta lecturas precedentes, me decidí por uno de la colección particular de los que tenía desde hace tiempo gracias a papá (quien parece me lo cedió en julio del 98, nada menos), un histórico como “Cartas del Yage”, correspondencia entre William Burroughs y Allen Ginsberg (aunque las pocas cartas que hay del segundo son más bien anecdóticas), número 15 de la colección que cuenta con la singular introducción de Jaime Rosal, y que es todo un clásico en sí mismo.
Y es que hasta el año 2006 nada menos permaneció como la única edición del texto en nuestro país, momento en que Anagrama se decidió a publicarlo como “Las Cartas de la Ayahuasca”. Adquiriendo este volumen también vía papá, he podido comparar uno con otro (empezando por las traducciones, que a veces son muy dispares), y comprobando que mis sospechas eran ciertas (es decir, que la edición más reciente podía contener cosas que se habían pasado por alto en la primera ya fuese por descuido o por omisión). De esa manera (y además de escamotear incomprensiblemente una de las cartas de Burroughs, con fecha del 10 de julio de 1953, y algún que otro dibujo de Ginsberg que tampoco es nada del otro jueves), las “Cartas del Yage” no contienen el magnífico texto “Roosevelt tras la toma de posesión”, verdadero delirio de su autor en la línea de las paranoias más paranoicas de “El Almuerzo Desnudo”. Canela fina...
En cuanto al libro en sí mismo, que a fin de cuentas es lo importante, se juntan en él dos cosas más que interesantes, como son la prosa descarnada y primeriza de Burroughs (en forma de cartas, además, con lo que tiene incluso más fuerza de la habitual) con la auténtica “sinceridad beat”, que siempre se agradece. Es decir, un libro beat puede ser bueno o malo, pero es lo que el escritor nos quería legar, y eso es lo que importa... además de que cada vez disfruto más de la prosa de Burroughs, y le considero muy superior a todos los demás, pese a que estos volúmenes ni mucho menos son su obra cumbre.
Así pues, seguiremos leyendo, seguiremos con la colección, y seguiremos con el “Antídoto”, qué duda cabe.
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