Finalmente, y como es bien sabido, el viaje previsto a Alaska no llegó a culminarse con éxito (quién sabe si volveremos alguna vez... pero de todas formas, algo me dice que sí): como no podía ser de otra manera, iba bien pertrechado para la aventura, y con tantos avatares de vuelos y aeropuertos, a pesar de no conseguir llegar a las tierras del oro, tuve tiempo para leerme uno de los dos volúmenes que llevaba en el equipaje.
Y desde luego, no fue ningún sacrificio: hacía ya años que había disfrutado con las múltiples versiones de “Colmillo Blanco” (aunque nunca he llegado a leerlo), y “La Llamada de lo Salvaje” es precisamente lo mismo, un relato magníficamente contado acerca de la dureza de aquellos lugares, que además tampoco es que sea para niños (ya, el protagonista es un perro, claro... qué lerda puede llegar a ser a veces la gente) y que se disfruta muy mucho. Para ser un volumen promocional (que se completa con “Finis”, relatito cruel y amargo ambientado en idéntico lugar), y a falta de ninguna edición medianamente potable en lengua castellana, pues está la mar de bien...
El otro, no llegué más que a leer unas pocas páginas.
Verémoslo la próxima vez, si los dioses nos acompañan... pero de momento, se van para el jefe, que siempre estuvieron pensados como regalo.
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