A partir de entonces, la escritura fue un poco más fluida, y lo que comenzó casi como una diversión sin sentido (y sin saber bien el porqué) se fue convirtiendo en una parte esencial de mi vida. Cuadernos y cuadernos apilados en la estantería y en humedecidos cajones (sí, algún día tendremos un lugar propio donde tenerlos decentemente) dan fe de la voracidad estilística, que tanto me ha ayudado en la carrera de escritor.
Hoy, aquí seguimos, trasladado en parte a los medios electrónicos, y disfrutándolo. A veces con altibajos, cierto... pero disfrutándolo. No cabe duda de que, como ejercicio vital, no está nada mal...
1 comentario:
Es cierto, es cierto... pero se hace lo que se puede, y se profundiza todo lo que se puede profundizar.
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