Cerraremos el mes (presumiblemente), colgando las columnas del mes pasado, que sólo fueron dos.
-“Eros y televisión”: jueves, 9 de febrero de 2012.
Una vez más, sacrifiqué hace unos días unas cuantas horas de sueño (demasiadas, en este caso, por esa manía de las cadenas de programar a una hora y emitir bastante más tarde) para visionar el nuevo invento televisivo dedicado a las relaciones íntimas de las personas y sus posibles soluciones y quehaceres, y una vez más, las conclusiones han sido las de siempre. Porque, por supuesto, es más que deseable que existan cosas semejantes aún en estos tiempos que corren (después de todo, si todavía hay gente, y por desgracia la hay, que asocia masturbación a prostitución, y otras payasadas semejantes, es mejor que se dediquen a ver la televisión y a aprender un poquito...), pero cada vez que vuelvo a caer en esta trampa de “el definitivo programa sobre las relaciones personales”, no puedo evitar (además de aburrirme soberanamente) formularme una pregunta que a veces adquiere visos inquietantes.
Y la pregunta es sencilla: repito y reafirmo que está muy bien que existan estas cosas y que se hagan para el público al que están destinadas, pero, ¿por qué demonios nunca (o casi nunca, que si hablamos de esto es porque ha habido honrosas excepciones) se hace un programa de televisión para adultos como mandan los dioses, es decir, con el suficiente rigor y criterio, y se programa en un horario de máxima audiencia (y no estoy hablando de horario infantil) para que los que tenemos una idea un poco más clara al respecto podamos disfrutar del asunto mientras aprendemos cosas nuevas?
Por desgracia, parece que lejos quedan ya los tiempos en los que algunas cadenas televisivas mostraban el debido interés por los asuntos del Eros, y pensaban y difundían programas que iban destinados a un público adulto y no a personas con cerebro de guisante...
-“Stripper vs. actriz porno”: viernes, 24 de febrero de 2012.
Hay noticias que me desconciertan incluso a mí, y que en este caso, parece que nos tocan de cerca a quienes habitamos estas islas. El caso es que hace unos días comenzó un nuevo programa televisivo de esos tan en boga en los que la gente va a buscar pareja (en este caso, chicos a los que su propia madre asesora en el proceso, ahí es nada...), y donde una de las chicas (quien dijo ser stripper) que escogió uno de los chicos (que también se dedica a eso, por lo visto) ha resultado tener un pasado “oculto” como actriz porno.
Pero más allá de las estructuras de los realitys y de las zarandajas de la mercadotecnia destinada a atraer más o menos audiencia, esta situación plantea una de esas premisas del todo interesantes: el hecho de que a nadie le importe que la chica (y el chico) sean strippers (es decir, que cobren por desnudarse y excitar a la gente) pero que, sin embargo, sí importe (y mucho) que ella sea actriz de cine para adultos. Y muchas serán las personas que objeten que no es en absoluto lo mismo, por un montón de motivos... y sin embargo, esas mismas personas son las que probablemente la habrían crucificado hace unas pocas (poquísimas) temporadas televisivas por el hecho de desnudarse en público de forma “lasciva”. Pero no, eso ahora es “normal”, porque los tiempos han cambiado y ya tenemos una mentalidad mucho más abierta, faltaría más...
Lo cual, a tenor de las circunstancias, me impulsa una vez más a creer en el progreso humano: después de todo, y si las cosas siguen su lógica progresión, pronto habrá chicas (y chicos) en los realitys que se dediquen al cine porno y lo confiesen abiertamente, mientras el público diga “ah, bien, eso es normal, porque los tiempos han cambiado”.
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