Celebraremos la entrada número 350 del blog (que se dice pronto), y de paso el Día de los Inocentes, colgando las columnas aparecidas en el periódico “Última Hora” del mes pasado, que fueron únicamente dos.
-“Eros y playas (públicas)”: jueves, 3 de noviembre de 2011.
Cada verano, pasa lo mismo: el famoso o la famosa de turno es “pillado” o “pillada” (a veces con más o menos consentimiento por su parte) en ciertas situaciones comprometidas (una expresión que por cierto siempre me ha hecho mucha gracia) mientras está en una playa pública en compañía de alguien.
Que el verano es una época de calor en la que los apetitos sensuales están más despiertos, es algo que sabe todo el mundo. Y que esos apetitos se estimulan más si cabe con la ayuda del mar y de la arena y el aire libre en la piel, pues también: todo en el verano suele incitar a vivir el Eros de forma apasionada y natural, y en esa ecuación el aire libre suele tener un papel bastante importante (y si no, que se lo pregunten a todos los que retozan clandestinamente a lo largo de todo nuestro litoral cuando la climatología lo permite, a pesar de las prohibiciones y de las miradas indiscretas).
Por lo tanto, y después de mucho pensar, se me ocurre que alguien debería tomar cartas en el asunto y ser consecuente con ese afán de libertad y de sensualidad que tienen algunos a la hora de compartir caricias al aire libre. Efectivamente, si existen ya playas donde el nudismo está permitido y aceptado, ¿por qué no habilitar playas en las que solamente pudiesen entrar mayores de edad, y en las que las actividades comprometidas (otra vez esa palabra) estuviesen también permitidas? Porque lo que es indiscutible es que esas actividades se llevan a cabo, una y otra vez, año tras año, y por famosos y no tan famosos... y precisamente, lo que apetece a casi todas esas personas es entregarse al placer al aire libre y bajo la caricia del estío, y no molestar a nadie ni quebrantar ningún tipo de ley.
-“Eros y Dalí”: jueves, 17 de noviembre de 2011.
Que el genial artista ampurdanés era un hombre aficionado al Eros en todas sus variantes, es algo que no se les escapa ni siquiera a sus más acérrimos detractores: Salvador Dalí era un hombre vital y vitalista, enamorado de su musa Gala (con quien tenía sus más y sus menos, ciertamente), y que vivía su existencia con fogosa intensidad. Es muy cierto que sus formas de disfrutar de la sensualidad solían ser un tanto peculiares... pero así era toda su vida, por lo que tampoco era de extrañar.
Sin embargo, si el tema ha salido a colación no es por las aficiones del maestro en sí, sino porque hace pocos meses el señor Hugh Hefner, el magnate del imperio Playboy, no tuvo otro remedio que subastar su colección de arte. Y en ella había nada menos que una acuarela firmada por el pintor catalán, quien la había hecho en 1966 para un número especial de la revista, y que finalmente alcanzó los doscientos mil euros.
Y habrá quien me tilde de frívolo, pero por mi parte tengo que decir, y muy seriamente, que compadezco a Hefner. Porque el precioso desnudo femenino envuelto en una tela roja en el que destaca un abundante pubis rubio, estaba colgado justo en la cabecera de su dormitorio... y no tengo ni idea de con qué puede haberlo sustituido, pero teniendo en cuenta lo mucho que este hombre ama la belleza en sí misma (aunque también hay que decir que su gusto decorativo es a veces tan delirante como el del mismo Dalí), lo habrá tenido más que difícil.
Sin duda, la cama de Hugh Hefner es hoy un poco menos atractiva que antes... y no por la edad de su propietario.
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