Hace unos días, a principio de mes, me encontré con la grata sorpresa de un dragón (lagartija mediterránea) descansando al Sol en el alféizar de mi ventana. Demasiado perezoso como para hacerle una foto, demasiado tarde me di cuenta de que sería un precioso motivo para disertar sobre ese mismo verano que está a punto de llamar a la puerta.
Poco después, descubrí que una imagen sin usar podía aportar orden al asunto, pero no poesía... así que, insatisfecho, lo dejé correr.
Hasta que hace unos días, el eclipse de Luna me dio la excusa perfecta, aunque la imagen no sea nada del otro jueves (está hecha sin trípode, así que se hace lo que se puede). Un eclipse lunar siempre es un acontecimiento precioso, sobre todo desde el balcón de casa.
Por ello, aquí seguimos pues, envuelto en jirones de libros, corrigiendo exámenes de junio, acumulando más y más lecturas que tienen que esperar turno, y poniendo más y más orden en las montañas de la vida. Desde luego, es una suerte y un consuelo que el verano esté a punto de llegar...
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