Así es la vida de un escritor: de repente, una buena idea se convierte en una carga de trabajo que obliga a volcarse en ello de manera indefinida... y más cuando es un nuevo libro lo que está llamando a la puerta. Pero ciertamente, y como diría Cristóbal Jodorowsky, no es de recibo quejarse, porque la creación artística es una completa (aunque compleja) felicidad...
Sea como fuere, aquí estamos de nuevo, después de un par de vueltas por Madrid (pasándolo bien nada menos que con Daniel Odier), de muchas líneas escritas, y con un espectacular concierto en lontananza del que ya hablaremos a su debido tiempo. La vida sigue, y la caminamos como podemos.
Nos abrimos paso a través de marzo igual que si atravesásemos un denso cañaveral, aunque afortunadamente, los años y las terapias nos ofrecen cuchillos cada vez más afilados para hacerlo.
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