Como en febrero no escribí ni una sola línea en el blog, toca rescatar aquí las dos columnas aparecidas en el periódico “Última Hora”, ya que de nuevo no salió ningún artículo en el “Diari de Balears”. Dos momentos (y dos circunstancias) interesantes...
-“Berlanga, un hombre enamorado del Eros”: jueves, 6 de enero de 2011.
No es mi intención escribir una necrológica, ni tampoco una despedida: el maestro Berlanga se fue con la cabeza bien alta, y dejando a su público esa sensación (bien rara, por cierto) de que, como artista y como persona, había hecho ya todo lo que tenía que hacer, y por eso se podía marchar tranquilo. Así pues, desde ese punto de vista sólo queda agradecerle lo mucho que hizo por nosotros, y desearle una feliz inmortalidad allá donde quiera que esté.
Mi intención es, simplemente, recordar a un hombre enamorado del Eros, a un hombre que luchó contra las censuras más estúpidas y reivindicó siempre el derecho a la libertad, a la libertad de sensualidades desde la más festivalera hasta la más perversa, y siempre con elegancia mezclada con un corte de mangas y aquel levantamiento de cejas tan pobladas que parecía decir: “¿de verdad es esto lo que os escandaliza?”. Nunca ha habido muchos así, es decir, muchos que hayan sido maestros y libres, capaces de proponer y de exponer, mientras que los más pacatos y retrógrados simplemente sonrieran y dijesen aquello de: “bueno, claro, como es de Berlanga, pues nos parece bien”. Y por eso, su necrológica no sólo ha causado el habitual revuelo y el consiguiente besamanos (que en esta ocasión ha sido bastante más sincero que en otras, todo hay que decirlo), sino que además nos ha brindado la rara oportunidad de ver en los noticiarios de prime-time el cuerpo desnudo de una actriz como Concha Velasco, cosa que si hubiese sucedido por cualquier otro motivo, hubiese hecho correr ríos de tinta (“claro, son cosas de Berlanga”).
Pero muy probablemente al maestro le habría hecho gracia semejante detalle: seguro que, como Michel Piccoli en su gloriosa “París, Tombuctú”, a la pregunta indignada de “pero oiga, ¿usted qué es, un pervertido?”, habría contestado escueta, rotunda y consecuentemente, incluso desde el Más Allá: “sí”.
-“Censurando a Billy Wilder”: jueves, 20 de enero de 2011.
Sinceramente, aún no puedo creérmelo: de entre todas las películas posibles, La 2 de Televisión Española (ese canal público que ya no incluye publicidad, porque es un canal del Estado que pagamos todos) programó hace muy poco la película “¿Qué Ocurrió Entre tu Padre y mi Madre?”, o lo que es lo mismo, “Avanti!”, que el gran Billy Wilder firmó en 1972 con Jack Lemmon y Juliet Mills en los papeles principales. Comedia harto deliciosa y magnífica historia de amor, decidí verla una vez más, por el simple placer de disfrutar de lo que sin duda es (y no lo digo solamente yo) una verdadera obra maestra. Y sí, disfruté de sus escenas una tras otra, hasta que llegó el momento del baño de los dos protagonistas, ambos desnudos como cachorros de foca (palabras suyas) en una escena explosivamente divertida en la que Juliet Mills regala al público (a todo el público en general) una preciosa vista de sus preciosos senos... y me quedé de piedra cuando vi que la habían quitado. Así, sin más. Como si nunca hubiese existido. Como si Wilder no la hubiese filmado jamás.
Y yo pregunto, y me gustaría que alguien me conteste: ¿qué demonios hace la televisión pública de nuestro país (un país gobernado por un partido progresista, según dicen) censurando una película de Billy Wilder de hace CUARENTA años?
Aunque visto así, quizás tampoco sea tan extraño: en aquella época, las películas se censuraban a menudo, y probablemente la presente también sufrió algún que otro corte en algún que otro sitio...
Ya sufrimos una dictadura moral (entre otras cosas) que velaba por que nos mantuviésemos castos y puros, permitiéndonos ver únicamente lo que las mentes bienpensantes consideraban adecuado para nosotros... y la verdad es que resulta verdaderamente indignante que, después de todo este tiempo, las cosas hayan retrocedido en vez de avanzar.
Ay, si el maestro Wilder levantara la cabeza...
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