El verano mediterráneo va desenrollándose con tranquilidad, mientras se desliza envuelto en el bendito calor. Hay gente que se queja, por supuesto, y a todos les digo lo mismo: si no habéis vivido nunca en el lluvioso Norte, donde el buen tiempo siempre es una promesa lejana que nunca llega, y los meses van pasando desde un invierno al otro ofreciendo únicamente lo que la gente de allá se obstina en llamar “unos días buenísimos” (que por lo general duran sólo eso, es decir, unos días), no sabéis lo dichoso que puede llegar a sentirse un hombre de sudar continuamente...
Todo un nuevo mes por delante, para continuar poniendo orden (¿de verdad será posible acabar alguna vez?), continuar escribiendo con prontitud y pulcritud estival, y continuar disfrutando de este magnífico tiempo soleado. Y esperando pues hasta el próximo 1 de septiembre, donde me han prometido respuesta a una de las preguntas más acuciantes de mi vida y que si todo va bien dará mucho que hablar...
Y mientras tanto, nos iremos a Asturies un rato, seguiremos haciendo ejercicio (que sienta pero que muy bien a cuerpo y espíritu), y nos beberemos el verano a grandes y refrescantes tragos...
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