Por mi parte, me encantó poder pisarlo después de tener durante años un póster colgado en la pared en el que se podía ver al viejo y al nuevo, cuando me leía la historia de la organización (en un libro que me regaló Milu) y soñaba con recorrer los mares avistando ballenas y luchando contra japoneses o islandeses (eso aún lo sigo soñando). Y, curiosamente, parece que tengo el honor de haber estado incluso en el primer “Rainbow Warrior”, que papá me llevó a ver allá por los 80’ a este mismo puerto (según me dijo, en esa época no había nadie visitándolo, claro). Hoy, me alegro de que sea noticia su arribada al puerto, que la gente vaya a verlo y pase un rato agradable con sus amables tripulantes, y de que quede gente capaz de hacer cosas como las que hace Greenpeace...
Una de las fotos que le saqué, ese mismo día:
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