La verdad es que es un libro instructivo, y también muy divertido, porque su autor hace gala de un sentido del humor pero que muy desarrollado para ser un americano de esos de la América profunda (y realmente debió de pasarlo muy mal en algunos momentos en su viaje). Abre el apetito a ciertas experiencias, al tiempo que desmitifica unas cuantas cosas como la aventura de David Carradine (los comentarios de los monjes del templo acerca de la estupidez de quemarse los brazos o de lo malo que era su kung-fu son absolutamente deliciosos) y te da un paseo por un mundo que como bien reconoce al final, ya ha dejado de existir en muchos aspectos... por suerte para la humanidad.
Un magnífico regalo, sí señor.

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