Pero es que Matthiessen es fácil de disfrutar: recuerdo cuánto me gustó "El leopardo de las nieves" que leí hace ya años, y recuerdo bien qué poco me han gustado los manejos de Theroux... quien seguramente aprovecharía una ocasión semejante para despotricar contra la humanidad entera, el cambio climático, la comida del barco, sus compañeros de viaje, los habitantes de las remotas islas, y la madre que le parió. En lugar de eso, Matthiessen expone claramente datos preocupantes de la ecología del lugar, analiza lo que se podría hacer y lo que no (es otra de las cosas que le pedimos a Obama, a ver si cumple...), cuenta cosas de la cruenta historia de los sitios que ve... y tal como debe ser, se concentra en la belleza de un lugar que seguro que es de lo más cautivador. No será el último libro suyo que me lea...
Y por lo que a mí respecta, estaría encantado de pisar el continente blanco, y por esa última ruta tasmana hasta los Emperadores. Tengo sueños difíciles, y uno de los más complicados es sin duda el de contemplar una de esas pingüineras de Emperador tal y como hicieron Matthiessen y su grupo... pero lo importante es no rendirse: a la Antártida, estoy bien seguro de que iré. Mientras tanto, nos seguiremos informando...

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