Bueno, ya era hora...
Me lo acabé hace ya más de un mes, y ha estado rondando por ahí hasta que por fin me he puesto a hacerle la reseña... y mira que se la debía, y más porque es un amigo y un ex-profesor quien lo ha escrito (y tal vez por eso, porque me ha costado tanto encontrar las palabras adecuadas, he tardado tanto): finalmente, el señor Jordi Vidal reunió sus columnas escritas para un periódico en un volumen bellamente editado por Documenta Balear, titulándolas "Dentista de Cocodrilos" con su característico humor a medio camino entre lo cáustico y lo surrealista... pero pocas cosas puedo decir yo de Jordi que sean mejores que el prólogo de Román Piña Valls, así que como siempre me limitaré a dar mi opinión.
Las columnas me han gustado, unas más y otras menos, sobre todo y principalmente porque son divertidas: el sentido del humor de Jordi es muy suyo, tanto que si no le conoces bien no puedes llegar a saber si está enfadado, o está de broma, o está metiéndose contigo... pero es una manera muy efectiva de poner en la picota algunas de las cosas que son más que cuestionables en esta isla que nos ha tocado vivir. A mí, particularmente, me interesan muy poco muchos de los temas que toca (políticos, deportivos, e incluso sociales), y en cambio me gustan más las pequeñas anécdotas en las que él se ríe de sí mismo o te habla de los progresos de sus hijas o de la actitud de ciertas personas ante ciertos menesteres...
En definitiva, un libro ligero y ameno, una compilación para leer con gusto y con humor, y que cada uno se quede con lo que más le guste. Recuerdo que en su casa me dijo que en este libro no había ni una gota de sexo (una o dos sí que hay, pero tan ligeras que casi ni se notan), y que alguien le dijo que en eso se parecía a Borges... en este caso, y personalmente hablando, yo estoy encantado entonces de no parecerme a él.
La dedicatoria es encantadora: "Para Házael, alumno predilecto y maestro ya de muchas cosas."
1 comentario:
Muchas gracias, de verdad.
Y tu bloc cada día me gusta más.
Lástima que no nos veamos nunca. Si paseas por la Rambla de Palma, quizá levantemos nuestras cejas.
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