Con once días de retraso, sí, pero así queda más original...
Hace pocos minutos me he acabado el artículo sobre uno de los conciertos más chulos a los que he asistido nunca: nada menos que al del amigo Woody Allen, quien nos honró con una visita a Palma el mismo día 1 de enero. Personalmente, hace años que prefiero reservar la noche del 31 para estar tranquilamente en casa, descorchar una botella de manzajú por la ventana y admirar desde el balcón los fuegos artificiales que los aficionados lanzan a la bahía (sí, vivo al lado del mar, con hermosas vistas a mi querido Mediterráneo), y así el día 1 irnos a desayunar tranquilamente al Capuccino de Palmanova, que a esas horas de ese día está casi desierto y con el mar como una balsa de aceite delante de él... por lo que grabamos el concierto de Año Nuevo del maestro Baremboim y lo vimos por la tarde (grande, por cierto: un años de éstos tenemos que ir), dejándole la noche a Allen y a la New Orleans Jazz Band.
Como él mismo dijo, era un concierto para relajarse y pasarlo bien, y eso hicimos: mucho jazz y gospel de New Orleans, música más o menos atractiva, y virtuosismos más o menos llamativos (el señor Allen es probablemente el músico más flojo del conjunto, y él lo sabe). Un disfrute que hubiese sido más en un pequeño club de esa ciudad y no en un estadio (o algo parecido que tenemos aquí) como si fuésemos a admirar a The Rolling Stones... pero valió la pena, eso seguro. Y lo mejor de todo fue poder colarme al final para ver los bises nada menos que hasta la primera fila, por lo que le tuve a cinco metros y disfruté de la máxima manera que podría disfrutar un simple espectador: como he dicho en el arti, era como estar dentro de una peli de Woody Allen, con Woody Allen...
Y también una pequeña espina personal de menos, porque cuando en el 2002 le dieron el Príncipe de Asturias y vino hasta Gijón a dar una conferencia, yo vivía allí y me quedé sin entradas para verle, y me dolió en el alma porque siempre he sido un fanático suyo (aunque mucho más desde el punto de vista cinematográfico que musical, por mucho que el jazz también me guste, ojo). Recuerdo ir a verle al cine nada menos que desde "Alice", y salvo muy pocas excepciones, desde entonces prácticamente no he fallado ni un solo estreno en pantalla grande... y hasta me ayudó porfesionalmente, ya que mi artículo sobre "Todo lo demás" (que me parece uno de sus trabajos más flojos) me hizo ganar el primer concurso de cine de la revista "Blanc i Negre + Curt", en la que luego trabajé. El maestro Allen siempre será el maestro Allen, y tenerle cerca ha sido todo un privilegio...
Parece mentira, pero después de tantos años y tantas vivencias, una de las cosas que más me emociona en estos casos es poder pasar por la entrada sosteniendo la acreditación en alto y diciendo "¡prensa!": los sueños infantiles nunca se mueren...
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