Preciosa Málaga, sí señor (hermosísima y poco conocida alcazaba, que merece muy mucho la pena), a la que me desplacé con la intención de entrevistar a uno de los que siempre han sido mis escritores favoritos: el señor José Luis Sampedro, autor entre otros de un clásico como “La Vieja Sirena” y de maravillas como “La Sonrisa Etrusca”, “El Río que Nos Lleva”, o “La Ciencia y la Vida”. Después de una rocambolesca historia que ha durado todo el verano, finalmente pude desplazarme hasta la misma casa de este gran hombre, que ha sido entre otras cosas catedrático y senador y académico...
El caso es que yo me lo pasé de fábula, y que ellos estaban encantados... y desde luego, el más encantado era yo de poder hablar de literatura con un escritor de verdad, con un hombre de 92 años con una envidiable lucidez y a salvo de las comidillas literarias míseras y menesterosas que tanto caracterizan a los “grandes” autores. De hecho, el mismo Sampedro, parafraseando a Nureyev, me ofreció el mejor consejo que he oído nunca acerca de la escritura y la dedicación a la misma: cuando a Nureyev le preguntaron qué les diría a los jóvenes bailarines que estuviesen empezando su carrera, él contestó “que si pueden, que lo dejen”. Y eso, ni más ni menos, significa eso mismo: si puedes, déjalo. Si puedes. Y con una sonrisa, Sampedro me dijo: “¿Ves? Es que yo, pues no puedo”. Y ahí entendí yo muchas cosas... como por ejemplo, y sin ir más lejos, que yo tampoco puedo. Bueno o malo, listo o tonto, comercial o no comercial, mejor o peor... pero no puedo. Así pues, habrá que seguir escribiendo, digo yo...
En mi vida me han llamado muchas cosas, pero que José Luis Sampedro me llame “correligionario” es uno de esos honores difíciles de cuantificar... Concretamente, la dedicatoria de este volumen de “La Vieja Sirena” que tanto valor sentimental tiene para mí (no en vano, fue la primera edición que leí, y es de las mejores del mercado), dice: “Para Házael, con conexión inmediata y feliz. Un gran abrazo de correligionario. José Luis, Butibamba, 29-9-09” (“¡tres nueves!”, exclamó con expresión de niño feliz dándose cuenta).Ya lo dijo Spider Jerusalem: a veces, la vida es dulce.
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